Trucos de la televisión

Trucos de la televisión

Trucos que la televisión utiliza para que lo irreal parezca verdad.

La forma de hacer televisión ha cambiado radicalmente. Los trucos de la televisión moderna son tantos que resultaría imposible enumerarlos. Antiguamente la realización de programas se basaba en muchos planos generales de larga duración, escuetos y repetitivos planos cortos y diversos planos recurso con los que rellenar el escenario concebido para el entretenimiento. En la actualidad, la televisión amarilla vende primeros planos de sufrimiento, escándalo y perversión.

Aquellas técnicas de realización en blanco y negro, propiciaban que la programación audiovisual consiguiera adeptos. Se aprovechaba de la absoluta novedad de un medio que intentaba rivalizar, socialmente, con la radio. No hay que olvidar que la radio es el medio masivo que dio origen a la comunicación entre una fuente y un receptor. La radio es el medio al que nunca se le ha podido extirpar la capacidad de activar la imaginación de quienes consumen los contenidos que el transistor reproduce.

La televisión, al menos en España, era tan inocente en los 70 que necesitaba de los rombos para anunciar el cambio de catalogación moral del contenido que en su tempranero “late night” ofrecía. En 1979 un pecho desnudo aparecía en la pantalla a partir de las 00:00 horas; en el año 2020 esa misma imagen protagoniza la merendilla infantil de los canales amarillos.

La radio y su entereza moral

La radio nunca será desbancada ya que, como medio de comunicación de masas,  ofrece la inmediatez y espontaneidad que la televisión jamás podrá tener. La televisión siempre ha soñado con la rapidez informativa de la radio, pero que jamás podrá alcanzar ya que la infraestructura necesaria para hacer televisión requiere mayores recursos económicos y humanos que la radio, y si estos son escasos suelen parirse espacios condenados a la fácil crítica social y su consiguiente fracaso.

Televisión gratuita para enganchar al telespectador

No sé si os dais cuenta del enorme calado que ha tenido el comportamiento de millones de personas hacia la televisión. La reacción social ya estaba medida con el mero hecho de introducir en cada hogar una pantalla que equivaldría al espejo de cada tocador en el que la gente se ve reflejada, imaginariamente, en tendencias irreales.

La entrega a un entretenimiento fácil y muy barato ha supuesto que culturalmente la televisión haya superado a la radio con una oferta que obnubila e hipnotiza requiriendo poca sensibilidad y esfuerzo, que es lo que otros medios de comunicación, como precisamente la radio, extraen de su oyente fiel.

La sensibilidad hace que los radio oyentes participen en programas radiofónicos por el mero hecho de hacerse oír o aportar matices al tema del que se trate. La televisión casi lo consigue, pero se ha quedado en la etapa de tener que seguir regalando algo para obtener simpatía social.

Se regalan coches, se regalan viajes y se regala popularidad. Ahora mismo la televisión en España está descubriendo algo que los anglosajones llevan décadas explotando: convertir a personas anónimas en personajes populares ante un auditorio fácil y barato. Lo gratis sigue siendo atractivo para la gente, aunque al degustarlo sepa a rancio.

Para esconder la terrible verdad que rodea todo lo que sale de un plató del corazón, la tómbola televisiva luce las galas de un montaje especialmente diseñado para encandilar a las mentes simples, que no ven más allá de los brillantes acetatos y estos se les tornan en ámbares de gran valor.

La televisión amarilla y malsonante

La televisión regala vidas inventadas, y lo hace fabricando identidades a medida de cada target para sacar a los diferentes extractos sociales del letargo que, cuando se consume prolongadamente, la televisión produce.

Algunos programas paren seres que son concebidos únicamente desde el amor al dinero, como en un matrimonio de conveniencia, algo parecido a lo que sucede en una relación en la que solo prima el interés. El gran engaño de esta unión está -precisamente- en su base, sobre la que se sustenta un proyecto que se mantendrá en pie mientras no aburra a quienes lo componen o no quede al descubierto el pastel que bajo su nata esconde cantidades ingentes de TNT, capaces de hacer volar por los aires hasta la más fornida montaña.

Si. No exagero. En la industria de la televisión, una de las maneras de cargarse la popularidad de alguien es prepararle una tarta y en lugar de velas colocarle cartuchos de dinamita que esparzan la dignidad de la víctima por los cuatro costados. En estos casos no es de extrañar que quien sople las velas de su pastel quede tan chamuscado como el coyote del correcaminos.

El morbo por las tripas esparcidas en un plato de televisión

Me decía mi buen amigo Youssef El Raoufrealizador egipcio de televisión, afincando en España y ya retirado- que la televisión es algo parecido a una “mala madre” que se porta como una yonki en pleno bajón y que no titubea en darte la hostia de tu vida si dejan de hacerle gracia tus piruetas en el columpio del parque desde el que te cuelgas con los tobillos.

Una cuadrilla de encantadores de serpientes que genera el fácil negocio de la televisión y supone un porrón de sueldos difícilmente asumibles si no es con las grandes cifras que se consiguen hipnotizando al público, explotando personajes banales que se prostituyen por un puñado de monedas y el beneplácito de las marcas comerciales que sólo buscan el rebufo económico que les llega desde un público que a causa de su triste realidad es fácilmente sobornable.

Acuérdate de que cuando estás mirando televisión amarilla, estás generando dinero para un grupo sin escrúpulos que vendería hasta a una madre decente por un cheque de seis ceros.

Hipnotizando al espectador, juegos de cámaras, planos y acción

Por ese motivo, y para urdir el plan que conciben como su única opción de vida; seguir haciendo más y más dinero a tu costa, utilizarán mil y una argucias para que no dejes de mirarles a diario, y cuantas más horas les des de tu tiempo mejor para ellos.

¿Alguien ha pensado en el daño económico que se infringiría a las multinacionales propietarias de los canales con el simple hecho de no encender la televisión durante todo un día?

Plantéate que un solo spot de televisión de veinte segundos vale miles de euros cada vez que se emite, y ese precio se incrementa dependiendo de las miles o millones de personas que lo estén mirando, de este modo es posible hacerse una idea aproximada del dinero que se iría por el retrete durante veinticuatro horas de una emisión que nadie mira y que asumiendo el gasto de producción que supone, generaría una muesca ruinosa al balance de resultados de esa compañía.

Mute en pausas publicitarias

Mi amigo Yous me habla de la posible existencia de una manera inteligente de ver televisión comercial, esa televisión que es gratuita al estar inundada de publicidad. Al parecer se trata de un experimento que llevó a cabo una universidad egipcia en el que a un grupo de individuos se les expuso a consumir horas de contenido televisivo durante las cuales se muteaba el volumen del aparato al llegar las pausas publicitarias.

Según se comprobaba los contenidos que estaban consumiendo quedaban menos contaminados por el hecho de no recibir el impacto del cambio de mensajes, además se percibía en los sujetos sometidos al experimento, la ausencia de distorsión al ahorrarles el aumento de volumen que siempre conllevan los cortes publicitarios.

Cortando el sonido de la televisión durante los anuncios, se demostró –además- que en esas pausas los participantes del estudio mantenían capacidades como el habla ante una conversación en referencia a la temática del producto televisivo en cuestión o –incluso- en temas de índole personal. Así que el silencio parece ser la clave que evita la contaminación acústica producida por los anuncios en televisión.

¿Por qué piensas, si no, que cuando llegan los anuncios el volumen de tu televisor se sube tantísimo?

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